Centro Médico es un lugar donde se conjugan alegrías y desgracias. A lo lejos, escuché un grito desgarrador de una persona que acaba de perder a un ser querido. Al poco rato, una pareja que tramitaba un alta, caminaba con sonrisas en sus labios.
Son las historias cotidianas de gente común envueltas en esperanzas y desasosiegos. Una de ellas fue la de un padre que llevó a su hijo con mareos. Conversábamos mientras escapábamos del frío en las afueras de la institución. Al día siguiente, recibiría la noticia de que su hijo padecía de esclerosis.
Eso forma parte del catálogo que se maneja allí. Sin embargo, tengo que decir que, a pesar de las quejas, las críticas o denuncias realizadas a través de medios o de “Juan del Pueblo”, allí existe un personal que da la milla extra. Que se queda tiempo adicional aunque no se lo paguen. Que se preocupa por sus pacientes. Que se ocupan y conversan, buscando lo mejor. Nadie me lo contó. Mis ojos y mis orejas fueron testigos mientras atendían a mi suegra.